En principio aceptó el reto, a pesar que no estaba muy convencida, porque ella decía que le gustaba mucho el área donde se desempeñaba. Inició con temor y cautela, pero conforme avanzaba se iba familiarizando más con el área. Sin embargo, hubo señales que no las leí: siempre comentaba que se sentía mejor en selección, comenzó a llegar tarde y a aislarse, y lo tomé como parte del proceso. No me detuve a conversar con ella.
Luego del evento, conversamos. Me dijo que el trabajo que estaba haciendo implicaba mucha atención, detalle, presión y creatividad y que la estaba estresando, desmotivando y que ya “no quería ni ver la computadora”, y el cuerpo la comprendió (mejor que yo) y le lanzó la alerta a través de su vista.
Actualmente ha regresado al área de selección donde es experta y donde quiere desarrollarse y especializarse, su motivación ha vuelto a su normalidad, está preparando a su equipo y lo mejor su vista está perfecta. Ser empáticos no es solo apoyar a un colaborador cuando lo necesita, es conocerlo a profundidad: su perfil, su manera de aprender, su entorno, experiencia, sus motivaciones, sus ambiciones, sus miedos y observar “proactivamente” lo que sucede con cada uno de ellos para generar relaciones de confianza, que repercutirán en su productividad, compromiso y generación devalor. No esperemos que los colaboradores nos pidan ayuda, miremos que podamos hacer para apoyarlos en su desarrollo personal y profesional, comprendiéndolos como seres humanos integrales, no sólo como miembros de un equipo.